Tirar la piedra y esconder la mano

Instagram causó un huracán de reacciones el pasado martes cuando publicó una "prueba" de las nuevas reglas que impondrá a sus usuarios a partir del 16 de enero .En resumen, una cláusula especificaba que el servicio podía vender las fotos de sus usuarios a otras empresas sin pagarles nada.

La respuesta no se hizo esperar. En redes sociales hubo protestas y se iniciaron movimientos para boicotear al servicio.

Horas más tarde Instagram salió a decir que los habían "malinterpretado", que habían escrito mal el borrador y que lo cambiarían nuevamente negando, además, que quisieran vender imágenes de sus usuarios.

Pero ¿por qué entonces quisieron cambiar las reglas?

Instagram, como otras empresas de la red (incluyendo a su matriz Facebook) están tratando de ganar dinero. Vivimos en un mundo capitalista y éstas no son organizaciones de beneficencia por más "cool" que parezcan.

Las compañías sociales de las red caminan, sin embargo, sobre una frágil cuerda.

Por un lado tienen que ganar dinero la mayoría lo intenta a través de publicidad y por otro cuentan con un delicado activo: la información, datos o imágenes de sus usuarios.

Es como explotar una mina de oro rodeada de dinamita.

Aprendiendo de sus errores sobre todo los de Facebook han comenzado a tentar el agua antes de zambullirse.

Se está haciendo costumbre que pongan a "prueba" nuevos términos y condiciones de servicio en forma pública para recibir retroalimentación de los internautas.

Quizá lo hagan porque son muy buenos o quizá porque quieren saber hasta dónde pueden llegar sin provocar una revolución.

Bajo esta óptica cualquier queja se convierte en un"error". "Fue una mala interpretación", "El lenguaje legal es complicado", "Queremos aclarar" y un largo etcétera se vuelven cada vez más frecuentes.

Insisto, quizá son equivocaciones de buena fe. El problema es que se equivocan mucho.

Y ahí hay un efecto más dañino para estas redes sociales. Se trata de un problema de prestigio y reputación, un pequeño cáncer que va minando la confianza que los usuarios tienen en estos servicios.

Y cuando la confianza que es la razón de existir de las redes sociales se acaba, éstas desaparecen.

Facebook ha recibido más de uno de esos golpes y el episodio de Instagram también le hace mella.

Quizá no todos recuerden que la red social de mil millones de usuarios es dueña de Instagram, pero los formadores de opinión se han encargado de recordarlo a diestra y siniestra.

A fin de cuentas, dicen, Instagram no había experimentado una"revuelta" similar antes de unirse a Facebook.

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